Para el Obispo Monseñor Jaime Villarroel
Toda
la vida es una crisis
Con todo el misterio que implica conocer la vida de
alguien, la vida de aquel personaje que dedica su tiempo al otro, a la iglesia
y al bien, fue de por sí un gran reto,… humanizar al Monseñor Jaime Villarroel
encargado de la Diócesis de Carúpano, que mas allá de ser la máxima autoridad
católica en la Península de Paria, fue y es un hombre de carne y hueso.
El Monseñor Jaime Villarroel, nace hace 50 años, en la
población de San Juan Bautista, Isla de Margarita, en el seno de una familia
humilde hijo de Corina Ramona Rodríguez y Fermín Villarroel, en compañía se sus
cuatro hermanos, Fermín, Milagros, Argenis y Carolina.
Su madre Corina, mujer con un gran temple, se dedicó
al hogar, no descuidó ni por un segundo los estudios de sus cinco hijos, a
todos los guió siempre hacia la iglesia. Jaime el segundo en nacer, dice que el
mayor legado que le dejó su progenitora, es el valor al respeto, al trabajo y a
la sinceridad de la familia.
Fermín Villarroel, su padre, hombre de pensamiento
comunista, nunca tuvo ningún tipo de injerencia en la crianza de sus hijos, le
dejó esa labor a su esposa. Agricultor apasionado y trabajador constante. A
todos sus hijos les enseñó el hábito por la lectura, al verlo leer todos los
días el periódico.
Cómo fue la infancia del Monseñor?
-Normal, como la de cualquier niño oriental, jugábamos
trompo, volador y hacíamos mucho deporte. Nosotros éramos muy tremendos, nos
íbamos a comer las frutas de los sembradíos de los vecinos y mamá nos daba palo
por todos lados.
“Cuando
mamá nos pegaba, le preguntábamos que por qué lo hacía, y ella respondía, que
por si acaso íbamos a hacer algo malo”.
Cuando Jaime Villarroel era niño, por lo menos en San
Juan Bautista, no existía el preescolar, pero recuerda perfectamente a la
maestra Aurora que lo preparó a “fuerza de sangre con palo” para que comenzara
su instrucción primaria, de primer a tercer grado en la Escuela Concentrada de
Punta Cují, y de cuarto a sexto grado en la Francisco Fajardo, pero como la
señora Corina era muy celosa con sus hijos, al llegar al bachillerato, los inscribió
en el Liceo Gaspar Marcano, que le quedaba al frente de su casa y así, podía,
controlar la hora de entrada y de salida y hasta con quien se detenían a hablar
antes de irse a su casa.
Aunque su vinculación con la iglesia fue desde muy
niño, la vocación del sacerdocio no se le revela aun, como todo estudiante tenía
la ilusión de estudiar ingeniería o física, y cursando quinto año de
bachillerato, el joven Jaime se le declara a su primera novia, pero tal fue el
susto, que la relación solo duró 15 días, él mismo la denomina como una
experiencia dolorosa.
A principios de los años 70, pasa a ser parte, junto
con sus hermanos y su madre, de un grupo de la iglesia que se llamaba El camino
Neo-catecumenal, que se encargaba de propagar y encontrar la fe en Dios en
distintas comunidades de la isla.
Estando en el movimiento suceden dos hechos
importantísimos, el primero de ellos, es haber conocido a su párroco, José
Antonio Constela, un gallego inolvidable que lo acompañó a dar sus primeros
pasos dentro de la iglesia. Y el segundo fue haberse hecho amigo de Janio, un
joven carismático, que sentía el deseo de ser misionero, pero a la vez le
encantaba irse de farras y parrandas. Según Jaime, Janio vivía en una
encrucijada, y a los 21 años, en compañía de Fermín el hermano mayor del
monseñor, tuvo un accidente donde lamentablemente perdió la vida.
Que significó la muerte de Janio en su vida?
-Me impactó mucho, me estremeció, yo en ese momento me
había apartado un poco del movimiento, pero vi la necesidad de pasar mi dolor
refugiándome en la palabra de Dios. Su muerte me hizo despertar y tomar en
serio mi vida.
Cómo tomar en serio la vida, siendo tan joven?
-Bueno ir buscando y probando lo que creía
conveniente, para mi el sacerdocio nunca fue una opción, me fui a Mérida a la
Universidad de los Andes a estudiar Ciencias Aplicadas, aguante seis meses,
pero me di cuenta que no era mi vocación, me sentía realmente incómodo, de allí
me fui al IUT de Cumana para probar con la carrera de Electrónica y tampoco.
Finalmente regreso a Margarita y me pongo a estudiar en el IUTMAR de la Salle y
a los 21 egreso como Técnico Universitario Superior en Mecánica Naval y no
solamente regreso a mi tierra natal sino también al movimiento de la iglesia.
En este segundo encuentro con el movimiento El camino
Neo-catecumenal, lo envían a un encuentro de misioneros en Maracaibo y es allí
donde le hablan por primera vez de la vocación sacerdotal.
Que sintió cuando le ofrecieron ser sacerdote?
-Sentí un balde de agua fría, entré en una crisis
profunda, yo soñaba con formar una familia y ser un cristiano comprometido,
pero no sacerdote.
“Podía
ser misionero laico, pero no quería ser cura”
Después de regresar de Maracaibo y ya con 22 años,
Jaime Villarroel, se enamora por segunda vez, y se establece en un noviazgo
conflictivo y dependiente. La familia de su novia y la suya eran muy cercanas,
eran vecinos y confluían en el movimiento de la iglesia también, luego del
noviazgo, la relación entre las familia se convirtió en puro enfrentamiento, en
vista de las circunstancias intentó terminar esta relación tres o cuatro veces,
pero fue infructuoso, por que ella se ponía a llorar y él no era capaz de
hacerle daño.
“En
el año 85 Juan Pablo II convoca La jornada de la Juventud y mi hermano que
también estaba en el movimiento, se ofrece y va a Roma…luego me doy cuenta que
quien tuvo que haber ido era yo”
Y no ejerce como TSU en Mecánica Naval?
-Si claro, me llamó un compañero de estudios, para
decirme que necesitaban un maquinista en un barco atunero de origen español, y
allí vi la oportunidad perfecta para poner distancia con mi novia y con la
iglesia, quería hacer mi vida.
Como fue la experiencia navegando?
-Fue terrible, la vida del marinero es muy dura, ver
que la mayoría de mis compañeros de travesía dedicaban su tiempo al llegar a
tierra firme a las drogas, alcohol y mujeres, hizo que rezara todos los días, que
me recordara de lo que me dijo muchas veces mi párroco Constela, “Jaime
acuérdate de Pedro”…y entendí que Pedro muchas veces metió la pata, pero aceptó
que se equivocó y se entregó a la misericordia de Jesús. Casi no pescábamos y
pasábamos mucho tiempo sin atracar, yo rezaba mucho, en el fondo sentía que
todo eso pasaba por mí, yo no le veía sentido a la vida, sentí que me había
alejado de todo lo que para mi era importante.
Cómo qué le había perdido el sentido a la vida?
-Si, yo me daba cuenta que Dios me estaba llamando, le
pedía valentía y una prueba, aunque no quería, le ofrecí irme al seminario. En
ese momento el capitán nos dijo que íbamos a parar en Ecuador para cargar alimento,
esa era la señal, era mi oportunidad de irme a Venezuela, pero me dio miedo y
no hice nada para bajarme. Luego fuimos a Panamá y allí si me bajé,
inmediatamente me fui a una iglesia y hablar con el cura y me sentí muchísimo
mas tranquilo.
“Dios
me hizo ver que si yo no me bajaba del barco en ese momento el próximo puerto
era el infierno”
Que pasó cuando llegó a Venezuela?
-Lo primero que hice fue buscar a mi párroco Constela
y le dije que venia del fracaso, con el rabo entre las piernas, que había entendido,
que el sacerdocio, era el camino de mi vocación. También corté con mi novia y
me sentí liberado, eso fue un signo de Dios, lo pude hacer con valor y respeto.
Entonces pasé siete meses de mi vida dedicado a mi parroquia antes de ser
seminarista.
Y cuándo entra al seminario?
-Para entrar al seminario, fui a un encuentro de
cuatro días de exámenes para la admisión y yo respondí adrede todo malo, pero
sin embargo salí seleccionado y entro a formar parte del Seminario San José del
Hatillo, de vocación adulta, allí hice tres años de filosofía y cuatro de
teología.
Casi a punto de ser Sacerdote y ya ordenado Diácono,
Jaime Villarroel queda huérfano de madre, fue un momento sumamente duro que
unió a sus hermanos, los animó a seguir adelante y a descubrir el significado
de la familia.
Su madre fallece en medio de una crisis matrimonial, a
raíz de su enfermedad, el señor Fermín insiste en reconciliarse con la señora
Corina, pero ya era demasiado tarde y es cuando, aunque con ideas comunistas y
adversas a la palabra de Dios, decide acercarse a la iglesia, y hasta llegó a
confesarse varias veces ante su propio hijo, ya ordenado en sacerdocio.
Que significa para un sacerdote quedar huérfano?
-Fue muy doloroso, sobretodo sentir su ausencia, pero
sin embargo prediqué en el entierro de mi madre, de mi hermano y de mi cuñada,
para mi fue un orgullo,…que mejor homenaje pude haberles dado a mis seres
queridos.
“La
iglesia me formó como persona y como sacerdote, le tengo tanto que agradecer
como a mi madre y a mi padre”
Al sacerdote Jaime Villarroel lo encargan de la
parroquia San José de Paraguachí en Nueva Esparta y allí permanece por 15 años,
lo nombran Vicario General de la Diócesis de Margarita y después de 17 años de
servicio en su tierra natal, es designado Obispo de la Diócesis de Carúpano.
Como se siente en Carúpano?
-Excelente, el carupanero y el pariano es muy
hospitalario, es una tierra hermosa, disfruto mucho al contemplar la naturaleza
en silencio, esta tierra es mucho mas hermosa que Margarita, pero no sabemos lo
que tenemos acá. Acá falta sembrar esperanza, ilusión y espíritu de sacrificio.
“La
belleza del paisaje de Paria contrasta con la pobreza y la miseria de esta
tierra y eso conmueve el corazón”
Definitivamente un hombre de carne y hueso, dice ser
margariteño hasta médula, disfruta de escuchar a Franco de Vita, Yordano,
Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Ilan Chester y a Armando Manzanero, es muy
introvertido y reservado, pero sin embargo se torna cercano, accesible y
sumamente sencillo.
A través de él, se siente la presencia terrenal de
Dios. En comunión con sus sentimientos, pensamientos y obras, este hombre
ofrece bondad y autenticidad en el ejercicio de su sacerdocio. Buen obsequio de
la Perla del Caribe a esta Tierra de Gracia.