Josefina
Jiménez “La Charera”, Patrimonio Cultural Viviente del estado Sucre
Lo que está para cada quien, faltar no
puede
Costurera,
cantante, compositora, maestra, alegre, soñadora, voluntariosa y risueña es
Josefina, la hija mayor de Canuto Ostulio Jiménez y Carmen Florentina Espinoza.
Nació en Maturincito, se crió en Saguijuela de los Blancos y en Carúpano. Madre
de cinco hijos, con once nietos y tres bisnietos.
Bajo
el techo de caña brava, paredes de bahareque, y con un volumen agradable la
música de “La Charera”, se dio este encuentro, lleno de risas, anécdotas,
aprendizajes y lecciones de vida. Ella, no escatimó en develar sus intimidades…
considera que no tiene secretos y que todo lo que le pasó, aunque en su momento
no se hubiera percatado, fue para bien.
Cuando
era niña, Josefina era curiosa, tenía una increíble habilidad con las manos,
tanto que su talento como costurera se manifestó desde muy pequeña, recuerda
que una vez con tiras y retazos de tela, le hizo un vestido a su hermana y
quedó precioso…como si se lo hubiera medido. En aquel entonces, en Maturincito
no había escuela, y ella con un potecito de Vip Vaporub aprendió a leer, se
ponía a preguntar letra por letra, armaba los sonidos, leía la palabra y
comprendía la oración.
Y no
tuvo la oportunidad de estudiar?
-Si
claro, una vez llegó una maestra a Maturincito, se llamaba Lourdes Velásquez y
con ella cursé desde primer grado. Lo que aprendí en primer grado no se ha
olvidado nunca. Después llegó a Cusma otra maestra y me fui a estudiar para
allá, se llamaba Armida Mosquera y como tenía que seguir estudiando, yo misma
me inscribí en el Moral y Luces, que hoy es la Escuela Republica de Haití y
curse con la maestra Evelia de Ortiz, el cuarto grado. Y también hice el curso
de corte y costura en la Escuela Técnica Artesanal.
“Yo nací para ser algo, pero no hubo la
posibilidad. De niña yo quería ser cantante, compositora, maestra y costurera y
con 73 años, estoy realizando mis sueños.”
Estando
estudiando en el Artesanal, conoce a sus grandes amigas de toda la vida, Carmen
Brusco y Aura Marsella, al hablar de ellas se le ilumina el rostro, sus ojos de
nublan de nostalgia y en sus labios se le dibuja una sonrisa enorme. En ese
entonces era costumbre en Carúpano que las jóvenes se fueran a trabajar a Caracas
en casas de familia y Josefina se empleó con la familia Franceschi Salazar, al
llegar a la capital, la inscribieron en la Escuela Las Carmelitas para que
continuara capacitándose en costura. Le tomaron tanto cariño que se dedicó a
cuidar a los hijos del matrimonio y con el tiempo, el amor y la confianza hasta
madrina de uno es.
Cómo
fue su primer amor?
-Cuando
tenía como 25 años me vine a Carúpano a un matrimonio y me enamoré del hermano
de la novia, él vivía en Caracas, eso fue muy rápido y él me quiso llevar pero
yo no quise. Después me comenzó a mandar cartas y una vez le dijo a su sobrina
que me comprara el pasaje para que me fuera ya a vivir con él. Y así, fue… me
fui. Al llegar a Caracas ya teníamos planes de matrimonio pero antes teníamos
que alquilar una casa, cuando fuimos a ver la casa me presentó con la
propietaria como su hermana, allí me di cuenta que no valía la pena, pero ya yo
estaba embarazada. Y con la misma me regresé a Carúpano. Y para no hacerle un
desaire a mi mamá, preñada y sola, me fui a vivir en casa de un hermano en
Curacho.
Su
hija nació y la llamó Migddy, y antes de que cumpliera el año conoció, en casa
de su hermana en Tunapuy al señor Pedro Antonio Cova, Josefina al principio no
le dio mucha importancia, él era de Guariquen y al mes siguiente, la invitan
junto con la familia de su hermana para la tierra de Pedro y es allí donde
Josefina, con su bebe en sus brazos, le dice…”que me va a ofrecer usted, porque
yo lo único que tengo que ofrecerle es mi hija”. Y se casaron al poco tiempo,
en Curacho y se fueron a vivir a Guariquen. Esta unión duró 17 años, tuvieron
cinco hijos y uno murió a los cuatro años de sarampión.
Su
vida en Gariquien era criar a sus hijos, hasta que un día su esposo decidió
irse a San Félix acompañando a su hermana, en busca de mejores oportunidades, la
ausencia se fue prolongando y Josefina tuvo que comenzar a producir, cosía,
hacía arepas y tortas a leña… de eso vivía. Hasta que un día se armó de valor y
se fue a San Félix, estuvo por allá durante dos meses, descubrió que su esposo tenía
intenciones de casarse. Regresa a Guariquen con sus hijos con la intención de
poner todo en orden y retorna por dos años a San Félix, durante ese tiempo su
vida no fue muy grata, le propone el divorcio al señor Pedro y se viene
definitivamente a Carúpano y se aloja en la que hoy es su casa en San Martin.
Al
verse sola con sus cinco hijos, no tuvo otra opción que ponerse a trabajar, hacía
dulces y arepas para vender, seguía cosiendo, y era suplente en la Casa Hogar
Doña Menca de Leoni, y allí logró culminar su primaria por un convenio con el
Ince.
“Yo tengo la universidad dentro, aunque
nunca he estudiado en una”
-Yo
quería trabajar fija en la casa Hogar, pero me dijeron que no podía porque
Rafael Caldera había sacado una ley que decía que las personas mayores de
cuarenta años no podían trabajar y yo tenía 43. Me sentí muy triste y
deprimida. Pero Bermiria de Tovar una guía de la Casa Hogar, me tenía mucha
confianza y me ofreció trabajo para que le cuidara a sus hijos.
Josefina,
siempre tuvo presente la crianza de sus hijos, muchos apostaron a su fracaso
por su soledad y la carga tan grande que tenía sobre sus hombros, pero ella
aunque sabía que la vida le estaba exigiendo de más, nunca se rindió y hoy ve
con orgullo el producto de su esfuerzo y sacrificio. Siempre ha sido una mujer
muy alegre, capaz de ver en lo malo, lo bueno y de robarle una sonrisa a
cualquiera y ponerle letra, ritmo y sazón a lo que le llame la atención.
En
1995, su hija menor decide casarse, la situación económica de Josefina no
estaba buena, ella estaba profundamente triste y desanimada, quería su hija que
se casara en la casa y no en la prefectura. En ese momento su vida giró
notablemente y comienza Josefina a perfilarse como “La Charera”.
Como
se convierte en “La Charera”?
-Bueno,
mi prima me andaba buscando y cuando me encontró me dijo que me inscribiera en
el Ateneo de Carúpano para participar en la Voz Obrera, nunca había entrado a
ese lugar y no mas entré escuché una voz que decía… Josefina sube!... y subí.
Me llenaron la inscripción y nos explicaron las reglas del concurso. Allí en el
ateneo me encontré a Margaret Centeno, hija del profesor Ignacio Centeno, yo sabía
que el tenía una canción que cumplía con los requisitos de la Voz Obrera, pero
no me la sabía, le dije a Margaret que me la cantara y la copie… le puse música
y mi canción para el festival fue “La Charera”.
“Lo mío no es entrar, sino tocar la
puerta a ver si hay alguien adentro”
Después
de llevarse todos los galardones del Festival de la Voz Obrera del Ateneo de
Carúpano en 1995, Josefina Jiménez comenzó a llamarse “La Charera”, las
invitaciones a presentaciones le llovían a cántaros, y se dio cuenta que la
música era su vida, la composición de canciones y decimas y su capacidad didáctica,
se conjugaron para que “La Charera” se convirtiera en maestra galeronista de la
zona. Ha preparado a muchos niños en este ritmo oriental de sabrosa ejecución.
Desde entonces, ya se comenzaron a cristalizar sus otros sueños, maestra,
cantante y compositora. Es Patrimonio Cultural Viviente del estado Sucre,
maestra honoraria de Unearte y tiene su primer disco, con merengues y
aguinaldos.
“Voy por etapa cumpliendo sueño por
sueño”
La
Charera es un pajarito común y de origen español, en ciertas zonas de Venezuela
lo llaman de otras formas, y es característico por su lindo cantar y su
inquietud. Seudónimo que se ajusta perfectamente a la personalidad de Josefina,
una mujer incansable y con una voz prodigiosa que a cualquiera hace suspirar.
“Unos le dicen piuta,
Otros la chavava
Unos le dicen charera
Chererita si será”
Su
gran tesoro, es su familia, sus cinco hijos Migddy, Antonio José, Iván José,
Betty y Adelcis, por todos ha dado su vida y todos la aman y la consienten
muchísimo. Sus once nietos y tres bisnietos le permiten que sea una abuela
divertida y le dan la oportunidad de volver a ser madre. Su mamá Carmen Florentina,
es lo más grandioso que existe, tanto que es capaz de igualarla con el cielo
estrellado.
Ya
“La Charera” ha visto cumplir sus sueños, pero tiene uno nuevo?
-Claro,
mi sueño ahora es la Escuela de Galerón “La Charera”, yo quiero sembrar el
recuerdo y mis conocimientos difundirlos y enseñarlos.
Al
comenzar la entrevista dijo: el que conoce a “La Charera” se lleva una
sabiduría inolvidable”…y así fue, su presencia, sus pesares, experiencias,
logros y su particular alegría hacen de Josefina Jiménez “La Charera” una mujer
inolvidable, capaz de ofrecer su vida a cambio de que las personas crean y
trabajen por sus sueños… “hay que seguir durmiendo, aunque despierto también se
sueña”.
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