miércoles, 7 de septiembre de 2016

Personaje: Gustavo Rodríguez

Noviembre 2013


Gustavo Rodríguez, clarinetista, zapatero, masón, y mencionado como cronista de la ciudad

Muestra de esfuerzo y la constancia

Parte de la historia de Carúpano, está escrita por la llegada de ¨Los Corsos”, inmigrantes europeos que impregnaron estas tierras vírgenes y fértiles de nuevos hábitos y le dieron un giro al que hacer comercial de la época. Hasta hace menos de un siglo, Carúpano era un productivo paraje del oriente del país, divido en castas, en clases sociales, siempre conservando sus manifestaciones de solidaridad y su particular alegría… muchos de sus habitantes narran hoy sus recuerdos y sus vidas se vieron marcadas por la estadía de éstos extranjeros que se radicaron en buena parte de Paria. Tal es la historia de Gustavo Rodríguez, reconocido clarinetista, zapatero, masón, y mencionado como cronista de la ciudad.
Con 90 años de edad, Gustavo Rodríguez, evoca su pasado con una firmeza única, se recrea en momentos puntuales, se torna notablemente emocionado al permitirse detener el tiempo gracias a su memoria, cuenta que tiene dos fechas de nacimiento una dicha por su abuelo y otra correspondiente a la data que se conserva en la iglesia al momento de su bautismo, lo cierto es que sendas fechas coinciden en el año… Gustavo nació o el 17 ó el 19 de noviembre de 1924.
Para ese entonces, las familias privilegiadas económicamente poseían haciendas, tierras, comercios y bienes, esta bonanza financiera estaba rodeada de excesos, era común, distinto a ser normal, que algunos de los miembros más representativos de la estirpe, sin ánimos de generalizar, tuvieran más de una mujer, incluyendo a su esposa, y por consecuencia varios hijos… los reconocidos y los ilegítimos.
En este escenario, comienza la historia de Gustavo Rodríguez, quien nació en la población de Chaguaramas del Pilar, hijo de Rafael Cerisola e Hipólita Rodríguez, tuvo once hermanos (ya muchos perecieron) de los cuales, tres eran de mamá y papá y el resto de su padre en sus andanzas legales o no.
Gustavo era nieto de don Octavio Cerisola, destacado caballero de la ciudad de Carúpano en el siglo XIX, diplomático y comerciante, fue Cónsul y Vicecónsul de España y México en Carúpano, fundador de la Casa de Comercio "O. Cerisola Ruiz", llamada popularmente “La Casa Dorada”, propietario de "Los Negritos de Cerisola"
A la edad de cuatro años, Gustavo, fue separado de su madre doña Hipólita, y trasladado a Carúpano, para qué como sus hermanos, comenzara a familiarizarse con los oficios de “La Casa Dorada”, desde esa edad recuerda que hacía mandados entre los otros comercios…asimismo evoca cuando con su escobita tenía que barrer la casa de la familia donde vivían todos… “era una casa larguísima, enorme, cuando la barría sentía que no tenía fin”.
“Tuve una infancia llena de tropiezos”
Pese a los escasos recuerdos de sus padres, dice que su mamá, Doña Hipólita era muy cariñosa y siempre le daba buenos consejos, mientras que su papá Don Rafael, era brusco, muy duro y de carácter fuerte.
En la casa de Don Octavio, habían habitaciones con centenares de libros, y a Gustavo sin saber leer, siempre les llamaron la atención y se ponía a organizarlos por orden de su abuelo, dice que de allí su gran pasión por leer y conservarlos, porque hoy en día, en su casa, también tiene muchísimos libros y ordenados como aprendió.
Por trabajar en “La Casa Dorada” y ayudar en los oficios de la casa de la familia usted recibía algún tipo de pago?
-No, mija…yo era el ilegitimo, nada de pago, puro regaño.
Estudiar en aquel momento era un privilegio y Gustavo no lo gozaba, por no ser un Cerisola reconocido legalmente,…. “un día, mi abuelo Don Octavio, le estaba tomando la lección a uno de mis hermanos, yo estaba viendo apoyado en mi escoba, cuando terminó con él, me llamó y dijo, vente tú, vamos a tomarte la lección. Yo no sabía nada, nunca había leído, pero no podía contestarle y me acerqué… menos mal que el libro tenía dibujitos y me dijo…qué dice aquí? Y yo viendo el dibujito dije…nido. Mi abuelo se alegró y me siguió preguntando y aquí?... el dibujo era una pata, pero algo me decía que así sonaba feo y que no lo dijera…. Y pensé y le dije… pie!
Este evento significó que a Gustavo lo inscribieran en la Escuela Primaria Municipal de Berta Ortiz y Avelina Silveira, y así comenzó a saciar su curiosidad por el conocimiento, asunto que no ha mermado pese a sus 90 años.
Pero no todo, podía ser tan duro para el niño Gustavo, su carisma y su sencillez hicieron que su tía, la señorita María Cerisola, se encariñara con él y se lo llevó a su casa, dice tener mucho que agradecerle y la recuerda con muchísima admiración y respeto.
Luego estudió hasta sexto grado en la Escuela Graduada para Varones Alejandro Ibarra, la continuación de sus estudios se detuvo por un tiempo, porque comenzó a trabajar como aprendiz en corte de zapatería con el señor Cesario Espinal y posteriormente se empleó con Roberto Cabrera en la zapatería Sandrea, donde llegó a la etapa más distinguida de la fabricación de calzado, era modelista. “Mis modelos eran tan buenos y bonitos que desde Valencia y Caracas venían a comprármelos para colocarlos en las zapaterías de allá”.
Aunque ya se había insertado en el mundo laboral y había obtenido cierto reconocimiento en su oficio, Gustavo continuaba con su afán  de aprender y comenzó a estudiar en la Escuela Nocturna de los Hermanos Tenorio Álvarez (hoy en día Tavera Acosta) unos cursos que aunque no lo iban a profesionalizar, si le iban a contribuir muchísimo en el desempeño de cualquier oficio y cursó, comercio, contabilidad, taquigrafía, matemática y castellano.
Quizás por su propia historia de vida, siempre ha estado del lado de la igualdad y la equidad, punto que no existía con esta oportunidad de estudio en Carúpano, porque era para aspirantes masculinos exclusivamente, pues Gustavo junto con unos amigos, se organizaron y dieron la lucha para que incluyeran a las damas y así poderles ofrecer las mismas oportunidades.
“Logramos que fuera mixto, salíamos con un diploma y los profesores nos ayudaban a buscar trabajo en las casas de comercio de Carúpano”
Gracias a sus estudios, el señor Roberto Cabrera consideró que Gustavo le era más útil ayudándolo en la contabilidad y administración de la fábrica de calzado Sandrea, funciones que desempeñó satisfactoriamente durante un tiempo, hasta que su jefe enfermó y se fue a vivir a Caracas para educar a sus hijos… “y yo me quedé con la venta de calzado”.
Estudiar y trabajar no era suficiente para el curioso Gustavo y sentía la necesidad de incursionar en otro ámbito y para ese entonces abrieron una Escuela de Música nocturna… “cuando me fui a inscribir, el director que era Luis Lyon, me dijo que había llegado tarde, pero como yo quería aprender, aunque no estuviera inscrito iba todas las noches a ver como daban las clases, mecánica instrumental lo daba Jesús Arismendi y la teoría Luis Lyon”, hasta que de tanto insistir y en vista de su perseverancia ingresó a la escuela musical. Y se especializó en clarinete.
Carúpano respondía a una efervescencia social, no solo en el ámbito comercial, sino también en otros aspectos, grandes poetas, escritores, políticos y músicos, académicos, doctores… en fin… grandes pensadores y hacedores de la historia.
A los 24 años, y gracias a su incursión en el mundo musical, entró en la masonería, “es una institución que contribuye a la formación del hombre en todos sus aspectos”: Se ordenó como masón el 17 de diciembre de 1947, día en que se celebró el tricentenario de Carúpano, a los seis meses dentro de la institución es nombrado, Secretario y al año Venerable Maestro…. Después de 66 años en la masonería, Gustavo Rodríguez posee el grado más alto a nivel nacional, el de Grado 33 Kadosh y se desempeña como Orador Fiscal.
Cuando Gustavo se consideró estable, se hizo cargo de su madre, la busco en su pueblo natal y la trajo hasta Carúpano, donde ya había comprado una casita, para vivir con progenitora y la familia que deseaba formar. Pero su generosidad no se limitó a sus familiares directos, también se hizo cargo se todos sus sobrinos y con orgullo y lágrimas en los ojos, sostiene hizo todo lo posible para que todos fueran profesionales.
Gustavo tuvo dos uniones sentimentales, la primera de ella fue con la señorita María Auxiliadora Rivera, quien era nieta de un hermano de su abuelo y conoció en El Pilar, cuando él fue a tocar su clarinete, al poco tiempo se casaron y lamentablemente fallece a los 10 años de matrimonio, de esta unión quedaron dos hijos Rosita y Héctor José, con el pasar del tiempo, Gustavo vuelve a apostar al amor y se une con su prima Coromoto Cerisola. Recalca con particularidad énfasis que sus sobrinos, de quienes se hizo cargo desde temprana edad…también son sus hijos.
“Todos mis hijos son mi todo”
Que se siente ser abuelo?
-Tengo como 20 nietos, ser abuelo es una alegría que no cabe en el corazón
Gustavo Rodríguez, también incursionó en la política, pertenecía a la Asociación Juvenil Venezolana, organización de trabajo clandestino perteneciente a Acción Democrática, tras la caída del General Marcos Pérez Jiménez y en vista de su labor es nombrado secretario del Concejo Municipal y encargado de organizar el archivo, donde se jubiló tiempo después.
Fue uno de los jóvenes que contribuyó a la creación del Colegio Universitario de Carúpano donde logró graduarse de Técnico Superior en Comercio.

Gustavo Rodríguez, ni olvida su historia ni esconde su pasado, es un ejemplo de lucha, de ciudadanía, de amor y de constancia, ya sus sueños se remontan a su descendencia, sus preocupaciones ya no le pertenecen, sus seres queridos se preocupan por él, su vida, es digna de contarla y de detenernos lentamente en cada detalle y es que el Carúpano de ayer, se va armando cual rompecabezas gracias a las experiencias y recuerdos de aquellos que nacieron a principio del siglo pasado.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario