Gustavo Rodríguez, clarinetista,
zapatero, masón, y mencionado como cronista de la ciudad
Muestra
de esfuerzo y la constancia
Parte de la historia de Carúpano,
está escrita por la llegada de ¨Los Corsos”, inmigrantes europeos que
impregnaron estas tierras vírgenes y fértiles de nuevos hábitos y le dieron un
giro al que hacer comercial de la época. Hasta hace menos de un siglo, Carúpano
era un productivo paraje del oriente del país, divido en castas, en clases
sociales, siempre conservando sus manifestaciones de solidaridad y su
particular alegría… muchos de sus habitantes narran hoy sus recuerdos y sus
vidas se vieron marcadas por la estadía de éstos extranjeros que se radicaron
en buena parte de Paria. Tal es la historia de Gustavo Rodríguez, reconocido
clarinetista, zapatero, masón, y mencionado como cronista de la ciudad.
Con 90 años de edad, Gustavo
Rodríguez, evoca su pasado con una firmeza única, se recrea en momentos
puntuales, se torna notablemente emocionado al permitirse detener el tiempo
gracias a su memoria, cuenta que tiene dos fechas de nacimiento una dicha por
su abuelo y otra correspondiente a la data que se conserva en la iglesia al
momento de su bautismo, lo cierto es que sendas fechas coinciden en el año…
Gustavo nació o el 17 ó el 19 de noviembre de 1924.
Para ese entonces, las familias
privilegiadas económicamente poseían haciendas, tierras, comercios y bienes,
esta bonanza financiera estaba rodeada de excesos, era común, distinto a ser
normal, que algunos de los miembros más representativos de la estirpe, sin
ánimos de generalizar, tuvieran más de una mujer, incluyendo a su esposa, y por
consecuencia varios hijos… los reconocidos y los ilegítimos.
En este escenario, comienza la
historia de Gustavo Rodríguez, quien nació en la población de Chaguaramas del
Pilar, hijo de Rafael Cerisola e Hipólita Rodríguez, tuvo once hermanos (ya
muchos perecieron) de los cuales, tres eran de mamá y papá y el resto de su
padre en sus andanzas legales o no.
Gustavo era nieto de don Octavio
Cerisola, destacado caballero de la
ciudad de Carúpano en el siglo XIX, diplomático y comerciante, fue Cónsul y Vicecónsul de España y México en Carúpano, fundador
de la Casa de Comercio "O. Cerisola Ruiz", llamada popularmente “La
Casa Dorada”, propietario de "Los Negritos de Cerisola"
A la edad de cuatro años, Gustavo, fue separado
de su madre doña Hipólita, y trasladado a Carúpano, para qué como sus hermanos,
comenzara a familiarizarse con los oficios de “La Casa Dorada”, desde esa edad
recuerda que hacía mandados entre los otros comercios…asimismo evoca cuando con
su escobita tenía que barrer la casa de la familia donde vivían todos… “era una
casa larguísima, enorme, cuando la barría sentía que no tenía fin”.
“Tuve una
infancia llena de tropiezos”
Pese a los escasos recuerdos de sus padres, dice
que su mamá, Doña Hipólita era muy cariñosa y siempre le daba buenos consejos,
mientras que su papá Don Rafael, era brusco, muy duro y de carácter fuerte.
En la casa de Don Octavio, habían habitaciones con
centenares de libros, y a Gustavo sin saber leer, siempre les llamaron la
atención y se ponía a organizarlos por orden de su abuelo, dice que de allí su
gran pasión por leer y conservarlos, porque hoy en día, en su casa, también
tiene muchísimos libros y ordenados como aprendió.
Por trabajar en “La Casa Dorada” y
ayudar en los oficios de la casa de la familia usted recibía algún tipo de
pago?
-No, mija…yo era el ilegitimo, nada
de pago, puro regaño.
Estudiar en aquel momento era un
privilegio y Gustavo no lo gozaba, por no ser un Cerisola reconocido
legalmente,…. “un día, mi abuelo Don Octavio, le estaba tomando la lección a
uno de mis hermanos, yo estaba viendo apoyado en mi escoba, cuando terminó con
él, me llamó y dijo, vente tú, vamos a tomarte la lección. Yo no sabía nada,
nunca había leído, pero no podía contestarle y me acerqué… menos mal que el
libro tenía dibujitos y me dijo…qué dice aquí? Y yo viendo el dibujito dije…nido.
Mi abuelo se alegró y me siguió preguntando y aquí?... el dibujo era una pata,
pero algo me decía que así sonaba feo y que no lo dijera…. Y pensé y le dije…
pie!
Este evento significó que a Gustavo
lo inscribieran en la Escuela Primaria Municipal de Berta Ortiz y Avelina
Silveira, y así comenzó a saciar su curiosidad por el conocimiento, asunto que
no ha mermado pese a sus 90 años.
Pero no todo, podía ser tan duro
para el niño Gustavo, su carisma y su sencillez hicieron que su tía, la
señorita María Cerisola, se encariñara con él y se lo llevó a su casa, dice
tener mucho que agradecerle y la recuerda con muchísima admiración y respeto.
Luego estudió hasta sexto grado en
la Escuela Graduada para Varones Alejandro Ibarra, la continuación de sus
estudios se detuvo por un tiempo, porque comenzó a trabajar como aprendiz en corte
de zapatería con el señor Cesario Espinal y posteriormente se empleó con
Roberto Cabrera en la zapatería Sandrea, donde llegó a la etapa más distinguida
de la fabricación de calzado, era modelista. “Mis modelos eran tan buenos y
bonitos que desde Valencia y Caracas venían a comprármelos para colocarlos en
las zapaterías de allá”.
Aunque ya se había insertado en el
mundo laboral y había obtenido cierto reconocimiento en su oficio, Gustavo
continuaba con su afán de aprender y
comenzó a estudiar en la Escuela Nocturna de los Hermanos Tenorio Álvarez (hoy
en día Tavera Acosta) unos cursos que aunque no lo iban a profesionalizar, si
le iban a contribuir muchísimo en el desempeño de cualquier oficio y cursó,
comercio, contabilidad, taquigrafía, matemática y castellano.
Quizás por su propia historia de
vida, siempre ha estado del lado de la igualdad y la equidad, punto que no
existía con esta oportunidad de estudio en Carúpano, porque era para aspirantes
masculinos exclusivamente, pues Gustavo junto con unos amigos, se organizaron y
dieron la lucha para que incluyeran a las damas y así poderles ofrecer las
mismas oportunidades.
“Logramos que fuera mixto, salíamos con un diploma y los
profesores nos ayudaban a buscar trabajo en las casas de comercio de Carúpano”
Gracias a sus estudios, el señor
Roberto Cabrera consideró que Gustavo le era más útil ayudándolo en la
contabilidad y administración de la fábrica de calzado Sandrea, funciones que
desempeñó satisfactoriamente durante un tiempo, hasta que su jefe enfermó y se
fue a vivir a Caracas para educar a sus hijos… “y yo me quedé con la venta de
calzado”.
Estudiar y trabajar no era
suficiente para el curioso Gustavo y sentía la necesidad de incursionar en otro
ámbito y para ese entonces abrieron una Escuela de Música nocturna… “cuando me
fui a inscribir, el director que era Luis Lyon, me dijo que había llegado
tarde, pero como yo quería aprender, aunque no estuviera inscrito iba todas las
noches a ver como daban las clases, mecánica instrumental lo daba Jesús Arismendi
y la teoría Luis Lyon”, hasta que de tanto insistir y en vista de su
perseverancia ingresó a la escuela musical. Y se especializó en clarinete.
Carúpano respondía a una
efervescencia social, no solo en el ámbito comercial, sino también en otros
aspectos, grandes poetas, escritores, políticos y músicos, académicos,
doctores… en fin… grandes pensadores y hacedores de la historia.
A los 24 años, y gracias a su
incursión en el mundo musical, entró en la masonería, “es una institución que
contribuye a la formación del hombre en todos sus aspectos”: Se ordenó como
masón el 17 de diciembre de 1947, día en que se celebró el tricentenario de
Carúpano, a los seis meses dentro de la institución es nombrado, Secretario y
al año Venerable Maestro…. Después de 66 años en la masonería, Gustavo Rodríguez
posee el grado más alto a nivel nacional, el de Grado 33 Kadosh y se desempeña
como Orador Fiscal.
Cuando Gustavo se consideró estable,
se hizo cargo de su madre, la busco en su pueblo natal y la trajo hasta Carúpano,
donde ya había comprado una casita, para vivir con progenitora y la familia que
deseaba formar. Pero su generosidad no se limitó a sus familiares directos,
también se hizo cargo se todos sus sobrinos y con orgullo y lágrimas en los
ojos, sostiene hizo todo lo posible para que todos fueran profesionales.
Gustavo tuvo dos uniones
sentimentales, la primera de ella fue con la señorita María Auxiliadora Rivera,
quien era nieta de un hermano de su abuelo y conoció en El Pilar, cuando él fue
a tocar su clarinete, al poco tiempo se casaron y lamentablemente fallece a los
10 años de matrimonio, de esta unión quedaron dos hijos Rosita y Héctor José,
con el pasar del tiempo, Gustavo vuelve a apostar al amor y se une con su prima
Coromoto Cerisola. Recalca con particularidad énfasis que sus sobrinos, de
quienes se hizo cargo desde temprana edad…también son sus hijos.
“Todos mis hijos son mi todo”
Que se siente ser abuelo?
-Tengo como 20 nietos, ser abuelo es
una alegría que no cabe en el corazón
Gustavo Rodríguez, también incursionó
en la política, pertenecía a la Asociación Juvenil Venezolana, organización de
trabajo clandestino perteneciente a Acción Democrática, tras la caída del
General Marcos Pérez Jiménez y en vista de su labor es nombrado secretario del
Concejo Municipal y encargado de organizar el archivo, donde se jubiló tiempo
después.
Fue uno de los jóvenes que
contribuyó a la creación del Colegio Universitario de Carúpano donde logró
graduarse de Técnico Superior en Comercio.
Gustavo Rodríguez, ni olvida su
historia ni esconde su pasado, es un ejemplo de lucha, de ciudadanía, de amor y
de constancia, ya sus sueños se remontan a su descendencia, sus preocupaciones
ya no le pertenecen, sus seres queridos se preocupan por él, su vida, es digna
de contarla y de detenernos lentamente en cada detalle y es que el Carúpano de
ayer, se va armando cual rompecabezas gracias a las experiencias y recuerdos de
aquellos que nacieron a principio del siglo pasado.
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